jueves, 15 de marzo de 2012

La selva tiene sus encantos, nunca antes había imaginado llegar a lugares inhóspitos. En el año 2008 conocí la Comunidad Nativa de Pampamichi, ubicado a 12 kilómetros al sur de la ciudad de La Merced, un lugar rodeado de mucha vegetación y a orillas de un río. Existen varios grupos o familias que conviven, cada uno de las familias suelen recibir a los visitantes, te ponen una Cushma (traje típico de los nativos, es como un poncho teñido de diversos colores con plantas), te pintan la cara con achiote y comienzan a danzar; los nativos escogen a un visitante para danzar y al final prácticamente te obligan a comprar algunos artículos que en realidad ellos no lo producen.

Personalmente no me gusta que alguien me obligue a comprar algo, generalmente lo hago por iniciativa propia, porque veo el esfuerzo que realizan las personas en el producto que venden.

En esta nueva travesía por diversas comunidades del Distrito de Mazamari, comprendí como está organizada una comunidad nativa, a que se dedican, sus costumbres y sobretodo su alimentación. Llegué a la comunidad nativa de Santa Clara, ubicado a unos 5 kilómetros al sur de Mazamari; dejamos el vehículo a orillas de un río y caminamos unos 20 minutos por una trocha, llegamos a un lugar apacible, la gente trabajaba en sus chacras, la plaza un poco descuidada por las fuertes lluvias que azotaban la zona por esos días. Santa Clara es un lugar muy tranquilo, la gente se dedica a la agricultura, producen Cacao, Naranjas, Cocona y Yuca en gran cantidad. Fue en esta comunidad que probé por primera vez el Masato, un trago típico de la zona, felizmente para mí ya estaba preparado de manera no artesanal, es decir ya no lo masticaban.



Visitamos muchos lugares, pero ninguno tan bonito como la Cominidad Nativa de Pangá, un lugar ubicado a  1 hora de Mazamari, en la ruta hacia Puerto Ocopa. Para llegar a este lugar, tuvimos que dejar el vehículo en la carretera, bajar unos 300 metros por un camino muy agreste lleno de vegentación hacia el río Pangá, que por esos días de fuerte lluvia estaba bien cargado; no existe puente, sólo un Huaro (una especie de jaula guiada por cables de hierro), el cruzar el río fue lo más emocionante, un desborde de adrenalina. La comunidad de Pangá está a orillas del río, las casitas son típicas, de madera o bambú, con techos de hojas de una planta de la zona, las casas tienen cercos de plantas en estricto orden, una plaza amplia, con un paisaje muy bonito.


Sin lugar a dudas, la biodiversidad que la selva nos ofrece no tiene comparación, volveré a conocer más lugares, felizmente el trabajo me ayuda con nuevas aventuras.

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