Mundo agitado, sales de casa, lo primero que escuchas es un
estruendo, ¿Qué es? El reciclador o el vendedor de gas con altoparlantes que te
ensordece; pasado este dolor, tomas el colectivo para ir al trabajo, no
terminas de subir al vehículo y arranca, ¿Por qué? Otra vehículo de la misma
empresa o de otra compite para ganar pasajeros; eso no es todo, un poco más
adelante al pasar por las zonas comerciales ves vendedores ofreciendo sus
productos, cobradores de combis y buses gritando y llamando gente, cerrándote
el paso… un dolor de cabeza interminable.
Esto recién comienza, pues en otras ciudades el tráfico en
hora punta, es lo peor que uno puede sufrir, una hora para avanzar un
kilómetro; el comenzar el día con todo esto, cambiaría de humor a cualquiera.
Recuerdo aquellos momentos en las que vivía en un poblado de
la ciudad de Pampas, donde el único ruido que uno escuchaba era el mugido de
las vacas o el grito de mi madre para levantarme, amanecía y lo primero que
escuchabas era el trinar de las aves, hermosos recuerdos, cuanto extraño aquellos
años.
Pero bueno volviendo a la realidad, cuando una persona está
acostumbrada a la armonía que encuentra en la tranquilidad, es difícil que
conviva con el trajín extremo de las grandes ciudades. Lamentablemente uno no
encuentra los medios de superación en dichos lugares y necesariamente tiene que
salir, estando obligado a convivir con el trajín diario que nuestra ciudad
ofrece.